Por lo general, existe la
creencia, sobre todo los niños, de que
"enfadarse" es algo negativo que tenemos que evitar. Sin embargo, el
enfado es la manera que utilizamos para poner límites y espacio, defender
nuestros derechos respetando los de los demás, es decir, ser asertivos , al
mismo tiempo que somos sinceros con nosotros mismos. Por tanto, no debemos
evitar enfadarnos sino controlar cómo lo hacemos.
Debemos comprender que, según la
edad que tengan los niños, no pueden expresar
verbalmente lo que sienten o quieren, como lo haríamos los adultos. Esto
es debido a sus limitaciones con el habla y la expresión de éste, ya que no
tienen el vocabulario tan amplio como nosotros y, lógicamente, tampoco el mismo
razonamiento. Por eso, es bueno enseñarles a reconocer sus emociones y a
expresarlas de una manera sana.
Cuando un niño tiene una
explosión de enfado debemos expresarle lo que le está sucediendo, nombrándole
la emoción y describiendo su compartimiento, al mismo tiempo que darle
estrategias para canalizar ese enfado de manera constructiva. Por ejemplo, "Pablito, creo que estas enfadado porque lloras, no quieres hacer lo que
te estamos diciendo y estas gritando mucho. Es normal, a mí también me pasa.
Cuando estés más tranquilo, si quieres, lo hablamos. Puedes respirar
profundamente o buscar un sitio donde estar solo para poder relajarte. Aquí te
espero para hablar contigo".
Otra manera de ayudarles a
entender las diferentes emociones es a través de los relatos de un cuento donde
los niños pueden sentirse identificados con los personajes.
En definitiva, ayudarles a
expresar el enfado no quiere decir que tengamos que consentir una rabieta o que
hagan daño a los demás o a sí mismo sino que, de esta manera, aprenden cómo
manejar y entender una de las emociones más complejas del ser humano.
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